lunes, 18 de mayo de 2015

Cuando ataca la ansiedad

Mucha gente fuma. Saben que es malo, saben que mata, pero fuman igual. Cada uno elige cómo matarse, dicen. Y cuando atacan los nervios, tiempo les falta para meterse un cigarro tras otro sin parar, como si se fuera a acabar la vida.


No os vayáis a creer que la comida es muy distinta.

Es mi forma de afrontar las situaciones de estrés. Necesito comer para parar mi cabeza, para no dejarla trabajar. Esto puede no parecer tan raro en una persona, el inconveniente llega cuando, al acabar con la comida, me acechan otra clase de sentimientos, esa voz que cuestiona una y otra vez mi forma de proceder. Eso me lleva al siguiente error: devolver. Alguien puede pensar que con esto intento "impedir" el perjuicio que pudiera producirme -engordar, lo que sea-, pero no es así. No todas las personas que sufrimos bulimia sentimos lo mismo, a pesar de que sufrimos la misma patología. A mí particularmente vomitar me produce un alivio indescriptible y me deja en un estado de tranquilidad profunda.

No estoy todo lo bien que me gustaría y tengo dos opciones:
1. Aceptar que ésta es mi forma de lidiar con los problemas y de desahogarme en tiempos de estrés e incertidumbre. Aprender a vivir con ello y procurar que ocurra lo menos posible, intentando buscar alternativas y otras salidas para desahogar el estrés: escribir, pasear, darme una ducha...
2. Volver a recurrir a la ayuda profesional. Si bien los psicólogos de la Seguridad Social no están especializados en esta clase de trastornos, siguen siendo profesionales y sabrán más que yo. Además, el peso de la recuperación no caería enteramente sobre mis hombros -sí un 90%, claro-, por lo que igual iría más desahogada.

Acepto consejos y sugerencias, sin embargo sabréis que esto tiene que salir de mí y mi reflexión con la almohada.
Ahora mismo no tengo mucho tiempo para contestar ni pasarme por vuestros blogs -¡lo siento!-, muchas sabréis lo que es la vida de hospital. Mi gordo sigue ingresado a la espera de una operación en la que le seccionarán parte del intestino, y estamos todos un poco nerviosos con la incertidumbre. Sobre todo yo, claro.


Procuraré sacar ratitos para escribir, que me hace bien.
Gracias por pasar.
Besos,

Noa.

martes, 12 de mayo de 2015

Días eternos

Venía convencida a deciros que había pasado el tiempo y no había tenido un hueco para pesarme, y parece ser, ahora que lo he pensado mejor, que venía a mentiros descaradamente. El día de mi cumpleaños -el jueves- pude pesarme y salió un 76,8 kg. Nada mal, ya sabéis lo que digo siempre, sin embargo, un problema inesperado aparecería el viernes, un problema que me haría tambalear.
Al llegar a casa, me encontré a mi novio tirado en la cama, con fiebre y dolor abdominal. Yo histérica, por supuesto, y a pesar de no haberlo podido convencer en el momento para ir a urgencias, al día siguiente aparecería su madre para cogerlo de los pelos y llevarlo a rastras al hospital. Él sufre Crohn, una enfermedad crónica. Tras cinco años desde su diagnóstico era la primera vez que sufre un brote. Tampoco nada mal.
Os podéis imaginar que el fin de semana y hoy han sido un ir y venir incontable de casa al hospital y viceversa. Él está mejor, ingresado en una habitación para él solito y con un color que ya ni se acerca al color amarillo-transparente con el que llegó el sábado a las urgencias.

Ya veis que mi convencimiento de que tenía que venir a deciros que esta semana no me había podido pesar está más que fundamentada, y es que este fin de semana para mí ha durado una eternidad.
Os engañaría si os dijese que me lo he tomado con calma: la ansiedad ha estado bastante presente. Mis suegros han querido intercalarse para pasar la noche con él en el hospital, por lo que yo he estado viniendo a casa. A mí esto de estar aquí, sola con la incertidumbre, me desespera. Ellos me dicen que venga a casa, que me relaje y descanse, pero eso es lo último que consigo aquí yo sola. Ayer lo pagué con la comida, me dejé dormir en el sofá y no quise saber nada más del mundo hasta el día siguiente... Cosa que no conseguí, porque me desperté una infinidad de veces -normal-.
A pesar de que hoy nos hemos enterado de que al pobretico seguramente lo van a tener que operar, hoy he podido tranquilizarme y, consecuentemente, normalizar un poco mi alimentación. No me he dado atracones ni he vomitado -cosa que por desgracia acabé haciendo ayer-. Una pequeña victoria.
Mañana nos darán los detalles de su operación, pero confiamos en que sea un procedimiento relativamente sencillo. No estamos nerviosos en realidad, sólo queremos que nos lo arreglen y nos lo dejen como nuevo.

No tengo mucho tiempo para pasarme por vuestros blogs, pero volveré pronto.
Espero que sigáis bien.
Un beso,

Noa.

lunes, 4 de mayo de 2015

Encajar lo bueno

Llevo desaparecida -¿cuánto? lo he tenido que mirar, jajaja- más de una semana. Los motivos no son otros que una visitilla a mi familia en el pueblo. Esto suele significar ningún control sobre la alimentación, aunque sí mucho movimiento, ya que mis padres ahora viven separados y prácticamente tengo que partirme a la mitad para verlos a los dos. Además, mi perrilla va siempre pegada a mí, lo que significa más ejercicio, que pasear con ella es cardio en toda regla.
La trampa mortal de ir a mi casa es el absoluto descontrol que suele haber allí -viven tres hombres juntos, padre, hermano y abuelo, ya os imaginaréis-, pero esta vez me llevé una sorpresa mayúscula. Tanto mi hermano como mi padre están a dieta estricta. Mi hermano en dos meses ha perdido doce kilos -what?!-, además de que ha empezado el gimnasio y está yendo casi todos los días. Mi padre ha perdido siete, pero porque no le queda más remedio que bajar de peso: tiene la tensión altísima y ya no puede beber alcohol, ni café, ni refrescos, ni sal.
Lo que más me ha sorprendido y dejado anonadada es la increíble fuerza de voluntad que está demostrando mi hermano. -¿Habrá influencia femenina detrás? Ojalá, jajaja-. Estamos hablando de un adolescente de 17 años cuya dieta diaria eran pizzas, bollería industrial y pasta, y cuyo único ejercicio eran los 150 m. que le separan del instituto. Ahora se niega a comer porquerías, bebe muchísima agua, va al gimnasio casi cada día y para cenar todas las noches se prepara su bol de ensalada.
Mi casa pasó de ser una trampa mortal a ser el sitio ideal para estar a dieta, y mi hermano de ser un niño sedentario y dejado, a ser un hombre responsable e incluso inspirador para mí. Es un ejemplo de que se puede cambiar y, sobre todo, de que el cambio está en nosotros. No sé qué le ha hecho hacer click, si una chica, si sus amigos con los que va al gimnasio, si sencillamente mirarse al espejo... Sea lo que sea, ojalá sea así para siempre.

¿Qué ha pasado conmigo? Pues que hoy, como buen lunes, he ido a ver los estragos que esta semana más relajada hubieran podido tener en mí y me he encontrado con algo, como poco, increíble: 76,5 kg. ¡¿Hola?! Me he cabreado con la báscula y todo, es que no me lo creía, jajaja. Fui corriendo a por el metro para medirme: había perdido tres centímetros de caderas, otros tres del ombligo bajo y dos de cintura. Lo mejor de todo: no he perdido pecho, jajaja. Así que, señoras:

Ya no tengo sobrepeso
tirí-tirí-tirí

Cierto que no es mi peso oficial, ese llegará el jueves, pero estoy contenta igualmente. El jueves que, por cierto, es mi cumpleaños y lo último que pienso hacer, como os imaginaréis, es cuidarme, jajaja. Ya tengo el viernes reservado para cenar con mi gordo -el día de mi cumple lo mandan a un congreso a Murcia, por segundo año consecutivo el mismo día, y voy a estar solita. :( - y el sábado a festejar con mis amigas. Para que veáis cuál es mi plan de alimentación, tengo ya pensada para el sábado una tarta de Nutella, ese es el plan, jajaja.


Entrada larguísima, ya está bien por hoy.
Gracias por pasar.
Beso,

Noa.