jueves, 25 de agosto de 2016

Reflexión: Fat acceptance

Hola, soy la bloguera desconocida. O al menos ya lo tengo que ser, ¡del tiempo que llevo sin venir! Pues sí, que me ha dado un volunto y aquí estoy. Si os digo la verdad, no creo que tenga plan de volver a escribir aquí de manera regular. Si bien es verdad que he terminado el curso (exitosamente *-*) en pocas semanas comienzo de nuevo, lo que me meterá en la vorágine académica una vez más.
Acerca de mí, no me puedo quejar en absoluto: me muevo entre los 69 y los 71 kilos, de ahí nunca paso, y como saludablemente siempre... Excepto los fines de semana, ya sabéis.

No he decidido venir sin embargo para hablaros de mí, que ya veis que no hay mucho cambio en mi vida, no. He venido a traeros una reflexión. Desde hace un tiempo he venido observando en el complejo y profundo mundo de la Interné un movimiento -que normalmente se incluye dentro del feminismo, lo cual me fastidia bastante- cuyo objetivo es, a grandes rasgos, normalizar la obesidad. "Fat acceptance", como bien dice el título. Esto me ha llevado a ir, progresivamente, indignándome cada día más. No, no estoy a favor de esto, lo veo absurdo, dañino, surrealista. Y os explico por qué.

Empezaré aclarando que esto no tiene nada que ver con lo que por ahí se conoce como "fat shaming" o "fatphobia", que en cristiano sería (malditos anglicismos): ridiculizar y, en general, meterse con las personas obesas sólo por el hecho de estarlo. Increíblemente, existe mucha gente que cree que éste es el camino para hacer que alguien con obesidad supere su problema; para mí es algo tremendamente ruin. No hablo sin saber, yo he sufrido el fat shaming la mitad de mi vida, y no sólo en el colegio, sino también en mi propia casa. Los que me conocéis os imaginaréis qué ocurrió como consecuencia de aquel acoso que sufrí durante tantos años: uno de los periodos más amargos de mi vida, en los que era capaz de autodestruirme con tal de no estar gorda. "Porque si eres gordo, no eres persona; si eres gordo, eres menos que los demás; si eres gordo, no tienes derecho a nada; si eres gordo tienes que meterte en un agujero y morirte allí". Eso es lo que se me dijo una y otra vez desde que tenía cuatro años. Os podéis imaginar las consecuencias.
Ridiculizar y acosar a alguien por el hecho de ser obeso no funciona. Y no me cansaré de decirlo. Acosar a una persona de esa manera lo único que le genera es depresión y ansiedad, lo que deriva en dos situaciones (ambas perjudiciales): una en la que acaba comiendo aún más, buscando refugio en la comida; y otra en la que acaba con un trastorno alimenticio, obsesionado con el numerito de una báscula. ¿De verdad es esa la solución? Ya os digo yo que no lo es, pero tampoco lo es lo que os voy a contar a continuación.

Desde hace unos meses vengo encontrándome en muchos sitios fotos de mujeres con un sobrepeso/obesidad considerable en las que dicen enorgullecerse de su grasa y de su cuerpo. Y os voy a poner el ejemplo más reconocible y recurrente de todos: la mundialmente famosa Tess Holliday, que es esta mujer que está a la izquierda.  
[Atención: que esto no es una crítica a su belleza. A mí, la verdad, me parece una mujer guapísima, que tiene estilazo, que se pinta divinamente, además de que habrá mucha gente que le atraiga su cuerpo tal y como está (porque oye, eso es subjetivo y no tiene nada de malo). Ese es otro asunto distinto.]
A lo que yo voy es a otra cosa, y es que una mujer de su tamaño es-imposible-que-esté-sana. Por mucho problema de tiroides, por mucho que camine todos los días, por mucha ensalada que coma, NO. Y me molesta profundamente que se esté empezando a difundir este tipo de cuerpos como algo bonito, saludable, y totalmente correcto. Dejando una vez más a un lado lo de ser bonito o no, esto NO está bien, NO es saludable de ninguna de las maneras. Esta chica tiene más del doble de posibilidades de sufrir diabetes, hipertensión, un ataque al corazón, problemas de articulaciones y un largo etcétera que una persona con un IMC normal. ¿Por qué se promueve ahora esto? ¿Por qué? Que exista cada vez más gente obesa no es motivo para que se convierta en modelo, ¡todo lo contrario! Es razón de alarma, síntoma de que algo está fallando. Si ahora de repente empezáramos a poner modelos fumando, ¿verdad que sonaría absurdo? Porque lo es. Y con la obesidad es tres cuartos de lo mismo.
Lo que nos falla es que existen dos extremos: por un lado, no respetar a la gente con obesidad y tratarla como algo que se ha de ridiculizar; y por otro, intentar hacer ver que en realidad la obesidad no es un problema y que hay que aceptarla como tal. Ninguno de los dos soluciona nada. Lo que hay que promover es la educación: por una parte, para que se conozca la manera de llevar un estilo de vida saludable y, por otra, para que se trate a las personas obesas como lo que son: personas con un problema de salud. Un problema que tiene solución, con una dieta llevada por un profesional y, sobre todo, una firme determinación por parte de la persona. La obesidad tiene cura, sólo hay que querer curarse. Igual que cuando uno fuma, igual que cuando uno bebe, igual que cuando uno es adicto al juego. 

También tengo que decir que esto no es una crítica al movimiento que promueve el amor al cuerpo propio (anglicismo de nuevo: body positivity). Uno ha de amar su propio cuerpo, básicamente porque no tenemos otro. Por eso mismo, matarse de hambre para ser delgadísima y comer demasiado sin importar la obesidad deberían ser contrarios a este tipo de pensamiento, no se deberían promover. De las dos maneras estás creándole un perjuicio a tu cuerpo, y esto no puede ser compatible con amarlo: tú no dañas lo que amas, y con esas conductas lo único que estás consiguiendo es una progresiva autodestrucción. Igual que fumando. Igual que bebiendo.


Y hasta aquí llega hoy mi indignación. Os haré saber si sigue creciendo. Me interesan mucho las opiniones que podáis tener al respecto, así que no os cortéis.
Espero también no haber ofendido a nadie. Desgraciadamente -o no-, he estado en todos los lados de la historia: siendo obesa, con sobrepeso, anoréxica y normal (bueno, me falta cachitas de gimnasio, cuando tenga dinero para uno lo intentaré), por lo que he procurado ponerme en el lugar de todos.

Nada más por hoy, amigos.
Os sigo leyendo.

Un besete.

martes, 15 de marzo de 2016

Piensa mientras comes. Corre sin pensar.

Supongo que no soy la única a la que le pasa que cualquier cosa que desestabiliza emocionalmente me hace buscar consuelo rápido en la comida. Es verdad que no me pego atracones infinitos como hacía antes, pero sí me llevó por ejemplo hoy a comerme dos tostadas con paté y mermelada de frambuesa –puesta a pasarme, me paso a lo gourmet. Y todo por una discusión absurda con mi novio. Me gustaría poder controlarlo, ya no por subir o no de peso, sino porque estaría bien poder afrontar los problemas de alguna otra manera –como esa gente que hace deporte cuando está disgustada, esa gente a la que dios quiere de verdad–. La clave está siempre en lo mismo: pensar. ¿Qué me aporta esto? ¿Soluciono algo? ¿Me arregla el paté la vida? Esa clase de cosas, aplastarme con mi propia lógica.


En el frente del ejercicio, he de decir que hoy di medio paso adelante. Y digo medio porque empecé con una rutina de BBG (Bikina Body Guide) y no pude completarla. Ahí dejo el enlace para que lo veais si os interesa. La idea la saqué del blog de Marmota y me pareció estupenda. El problema es que me veo un poco baja de forma para ello.
Se trata de circuitos de cardio/fuerza de siete minutos, que hay que realizar unas cuatro veces haciendo 90 segundos de descanso entre cada uno. Yo hice dos y me quise morir, así estoy. La propia autora del método dice que es necesario un nivel aeróbico básico para poder completarla, pero yo diría que un poco más que eso. Como dice en artículo de Vitónica al que os enlacé más arriba, en la primera semana ya introduce los burpees, un ejercicio bastante complejo para una persona con un nivel de entrenamiento bajo.
Como la autora recomienda, voy a intentar entrenar unas dos semanas para poder empezar con el BBG. Y para eso lo ideal sería retomar mi rutina de correr, pero me sorprende pensar en lo cobarde que estoy siendo con respecto a eso; que me doy hasta vergüenza, ¿eh? Tengo un amplio abanico de excusas que voy a refutarme ahora mismo:
Hace mucho frío para salir a las 8:30 h. de la mañana como solía hacer antes.
Verdad, a las 8:30h. de la mañana, por mucha Andalucía que sea ésta en la que vivo, hace un fresquete importante, que por mi falta de equipamiento no sería lo ideal si no quiero pillar una pulmonía. Pero podría salir a las 11:30h. (hoy a esa hora hizo 14ºC) sin problema ninguno.
Ya, pero no puedo salir después de haber desayunado, con el estómago lleno. Y, como es obvio, no voy a estar sin desayunar hasta las 11:30h. de la mañana...
No es necesario salir recién desayunada, si me levanto a las 8:00h., a las 8:15h. toca desayunar, para las 11h. está la digestión más que hecha. Y santas pascuas.
No tengo hambre a las 8 de la mañana.
Pues me aguanto y desayuno igual.
Salir a media mañana me corta y me quita tiempo a la hora de estudiar y hacer cosas de la facultad, a la que voy por las tardes.
Mira, maja, de 9:00h. a 11:00h. a estudiar, que eso debería ser suficiente, ¡que lo llevo todo al día!
(La más ridícula de todas). Hay mucha gente por la calle a esa hora y me da vergüenza que todo el mundo me vea con mis pintas de correr.
Claro, porque la gente no tiene nada mejor que hacer que mirarme a mí por la calle. Y si lo hacen, ¿qué van a decir? ¡Una persona que viene de correr! ¡A la hoguera! Pues no. Que todavía me siga dando palo esto... Me dan ganas de pegarme por tonta.

Pues hale, mañana no hay excusa que valga.
¡Os quiero seguir leyendo bien!

Beso,

Noa.




jueves, 10 de marzo de 2016

Resoluciones

Las aguas van volviendo a su cauce. He pasado este último par de semanas por una mala racha: problemas familiares que me han hecho estar decaída, sin mucha gana de esforzarme por hacer nada que no fuera ir a clase. A esto se le suma cierto desánimo por la Universidad este cuatrimestre, dado que el anterior fue apasionante y éste me da ganas de defenestrarme: el tedio en su máxima expresión. Pero no permití que fuese a más. Esta semana la empecé con ganas, llevando a cabo esas rutinas que os comentaba en la entrada anterior, y todo parece volver a encarrilarse de a poco.

Acerca de mi peso actual todavía no puedo hablar, ya que el día oficial será mañana. El sábado pasado lo hice, sin embargo, después de una semana de despreocupación absoluta, y rondaba los 73, nada desorbitado. 
De esto del peso venía yo a hablaros hoy, ya que es algo que he venido planteándome los últimos días. Si bien es verdad que lo máximo para no caer en el sobrepeso son para mí 77 kg. y que estoy relativamente cómoda en mi peso actual, he llegado a la conclusión de que no me gustaría quedarme tal cual estoy. Cuidado, que no estoy descontenta con mi cuerpo -ya no, ¡yey!-, ¿eh? Soy de caderas grandes y cintura pequeña, nada de barriga (aunque tampoco mucho pecho), bastante proporcionada y muy a gustito: no tengo problemas con eso. Pero sí hay una cosa que me molesta sobremanera: estoy fofa. Sí, amigos, es un hecho. Tantos años de subi-baja me han pasado factura, y si me ponen a bailar el waka-waka parezco gelatina. ¿Solución mágica para esto? Pues hacer ejercicio, nada nuevo en la viña del señor.
En relación con esto, y dado que en mi casa la crisis todavía no es historia como dicen por ahí, me es imposible apuntarme a un gimnasio, por lo que he estado fichando rutinas para hacer en casa (básicamente para tonificar un poco: lo típico de hacer mancuernas con paquetes de arroz y kettlebells con garrafas de aceite Hacendado) y volver a correr en cuanto el clima me permita no congelarme la tráquea. Por lo pronto, en cuanto a cardio, voy cada día andando a la facultad. Y diréis, vaya caca, ¿no? Pues no tanto. Son 40 minutos de subidita (desde mi casa) que acaban con 843297523 escaleras, por lo que no está mal. [La cuesta infernal de la Cartuja tiene hasta página de Facebook, para que veais el nivel] De vuelta son 30 minutos más o menos, pero cuesta abajo, ni los cuento porque voy como Heidi por la pradera.
Además, quiero bajar un poco más de peso. ¡Lo justo para poder ponerme una talla 42 sin esfuerzo! -Actualmente, dependiendo la tienda, es o no la Odisea-. Ya sé que lo de las tallas es muy relativo, pero espero que entendáis a lo que me refiero. No estoy gorda, y lo sé, sólo me gustaría tener un peso menos cercano a la frontera del sobrepeso. Quiero llegar a 67. Dado que el máximo para mi altura serían aprox. 77 y el mínimo 56, me parece un buen número, un ni pa' ti ni pa' mí
No, no voy a convertir esto en una batalla contra mí misma, ni nada por el estilo. Sabéis que he aprendido a tomarme las cosas con calma y así lo pienso hacer. Nada de estrés, ni plazos de tiempo, ni agobios: sólo ejercicio, y dejar los dulces y las pizzas para los fines de semana. 

Fiuf, necesitaba escribir esto para aclararme un poco, la verdad. 
Bendito blog. Espero no haberos taladrado demasiado.
Me pasaré a leeros en breves y gracias mil por vuestros comentarios.

Besos, corazones.

Noa.

lunes, 22 de febrero de 2016

Rutinas a mí

Maldita sea mi estampa, que he tenido que leer mi última entrada porque no me acordaba qué era lo último que había escrito. ¡Hasta ahí llega mi dejadez! Pero, ains, qué semanita me he pegado, amigos.
Después de un finde de terror –en el buen sentido– que os comenté en la entrada pasada, en el pueblo con mi familia, mi novio y los dulces, volví a Granada con ánimos renovados... Ánimos renovados cuyo objetivo era uno, y sólo uno: no hacer absolutamente nada. Unos días tranquila, en casita, sin más responsabilidad que subir a clase unas horitas al día y volver. volver a no hacer nada... (suspiro)
La semana parecía avanzar feliz y relajada hasta que empezó a irse todo un poco de las manos. ¿Como cuando empiezas por una oncita de chocolate y acabas abriendo de paso un paquete de galletas para que no falte de nada? Pues así. Empecé unos días levantándome más tarde de lo normal y, a medida que iba pasando la semana, los días se me fueron atragantando, sin tiempo de nada. De repente, empecé a agobiarme, como si nada funcionara... Y en ese momento decidí que la etapa de estado vegetativo llegaría hoy, lunes, –tras un merecidísimo fin de semana dedicado a mi chati, que lo tenía muy abandonado–, a su fin.
El día a día. Un no parar.
Claro que el ajetreo vivo que fue el último mes tuvo cierto efecto en mi alimentación, como era de esperar. He aquí aspectos clave:
– ¿Durante el período de exámenes qué comí? Ni idea, sólo recuerdo olor a café.
– ¿El fin de semana en el pueblo qué aconteció? Voy a destacar tartas de cumpleaños ajenas.
– ¿Semana vegetativa? Lo que cayera o cayese, tampoco es que me preocupara en demasía.
– ¿Estos últimos dos días? Amor y pescaíto frito.
– ¿Me arrepiento? Qué va, me encanta comerme la vida, con todo lo que tenga que venir.
No obstante, he de confesar que son esas mañanas de rutina las que en realidad estructuran mi vida diaria. Mi señora madre crió a sus hijos como personas organizadas y consiguió que lo fuéramos –o al menos al 50%, aprox.–, por lo que el gustirrín que me dio esta mañana poder hacer todas las cosas que tenía pendientes y que me diera tiempo es del todo indescriptible.
Porque hoy sí que sí: mi madrugón, mi rutina, mis libros, mi plataco de lentejas y a clase –voy a clase por la tarde, no desayuno lentejas, ¿eh?–  Y así quiero seguir haciendo así las cosas, de forma ordenada. Me doy cuenta de que cuando soy más eficiente, me alimento y me siento mejor sin necesidad de mucho más esfuerzo. Y todo esto comienza de forma inevitable con levantarme a una hora prudencialmente temprana –para mí, las 9:00h. son un estrepitoso fracaso, para que os hagáis una idea–. 

Igual no sabéis esto de mí, pero si hay dos cosas que me gustan en la vida son comer y dormir. Y si puedo elegir, duermo. Así que la dificultad del reto podemos decir que es astronómica (o no, la verdad es que no sé si ese adjetivo es correcto en ese contexto, pero ahí queda para gusto de todos).


Me paso a veros, guapérrimos.
Beso,

Noa.


PD: Tras el finde en el pueblo me pesó de nuevo: 74,5 kg. El viernes me volví a pesar: 72,4. Después me llaman loca a mí.

viernes, 12 de febrero de 2016

Exámenes are gone

¿Que si recordaba lo horrible que era estar sentada en una silla ante un flexo durante más de 14 horas al día? Bueno, sí... PERO NO. Qué horrorismo –efectivamente, no sé hablar en castellano más (?)–. He sufrido, pero al fin ha terminado la pesadilla. ¡Ahora no sé que voy a hacer teniendo eso-que-la-gente-llama tiempo libre!
La verdad es que no he ni mirado lo que he comido a lo largo de estos últimos ocho días. Sinceramente, ¿eh? No tengo ni idea. ¡Pero si ya ni siquiera sé lo que es vestirse con algo que no sea el pijama!
Y para seguir animando la cosa, os voy a contar otro capítulo de mi exitante de mi historial médico. Resulta que, probablemente a consecuencia de pasarme veinticuatro horas sentada, empezaron hace unos días a darme calambres en las pantorrillas. Sabéis el dolor calambril cómo es, imagino. Entre eso y la falta de sueño mi única ambición en la vida pasó a ser meter la cabeza en el horno.
Y aquí estoy, sentada escribiendo para variar la vida.
Pero ¡que se ha acabado! Este fin de semana tengo que recuperar cumpleaños, visitas familiares y, por tado, comidas copiosas. Me-da-igual. Que he gestionado mucho sufrimiento y habrá que recuperarse.

El lunes vuelvo a la rutina y espero que a correr. O igual no, porque han anunciado ola de frío de hasta –7ºC en Granada, y con esa temperatura aquí va a salir a correr Perri. Pero al menos podré volver a cocinar y comer normal –se echa de menos la comida sana, os lo digo muy en serio, podéis odiarme–.

Volveré con más novedades y con más frecuencia.
Un besazo,

Noa

jueves, 4 de febrero de 2016

En bucle

Os estaréis extrañando porque he tardado menos de una década en publicar de nuevo, lo sé. Pero así soy yo, una caja de sorpresas. 
Yo. Últimamente. Todo el tiempo.
En breve me retiraré a la cama para mañana levantarme a continuar con mi excitante vida... Que puede resumirse en: levantarme, café, estudiar, cocinar, comer, estudiar, mirar por la ventana por cambiar de paisaje, estudiar, cenar, dormir... Levantarme, café, estudiar... Ejem, eso, que entro en bucle.

Pero ¡eh! Hoy añadí un elemento nuevo al bucle: una rutina de ejercicios. Sí, porque si me quedaba sin hacer nada más que esto la planicie de mi trasero iba a ser difícil de creer. Incluso iba a poder medirse con el nivel de los albañiles (sí, la regla con burbujita).


En qué consiste: repeticiones de los siguientes ejercicios – pinchad para ver un dibujito
20 sentadillas
20 estocadas
20 estocadas laterales
20 levantamiento de pierna (atrás)
20 levantamiento de pierna (lateral)
20 levantamiento de cadera
20 abdominales con piernas
Entiendo que, con esos nombres –alguno que otro invención mía–, penséis que puedo estar haciendo el ridículo, pero ¡no se me ocurría nada mejor! No puedo salir a correr, ya que me lleva más tiempo del que dispongo, y con esto, en 20-30 minutos estoy terminada. Ya sé que no es lo mismo, pero mejor que una sentada continua de 24 horas...

Empecé esta mañana... ¡Oh, agujetas, venid a mí! Pensaba hacerlo todos los días, pero no sé si quiero morir de esa manera. Al menos tres veces en semana, eso seguro.

Y ya os abandono, amigos. Así como vine, sorpresivamente, me voy (?)
 Pasaré a leeros en cuanto pueda.

Beso,
Noa

martes, 26 de enero de 2016

Feliz cumple, Blog

Mi rincón... –vale, no, el mío es tan mono–
Ay, salvadme. Porque sí, ya están aquí, no se han hecho esperar, inevitables y a veces también impredecibles, son... LOS EXÁMENES. [rayo y trueno terroríficos]. Ahora estoy aquí, mientras se hace el estofado que me pienso meter entre pecho y espalda en breves –porque yo lo valgo– pero en un rato vuelvo a la condena. Hasta el 12 de febrero pringada, amigos. 
¿Que cómo voy? Bueno, en las vacaciones engordé mis dos kilillos navideños de rigor, como ha de ser, pero fue volver a mi rutina –la primera semana con cierto esfuerzo, si os digo la verdad, después de las sobredosis de azúcar– y volver también mi peso normal.
Esto es algo que ya he mencionado alguna vez, que mi cuerpo empezó a hacer hace poco: recuperar el peso normal después de una época de excesos, sin demasiado esfuerzo. ¿Cómo? No me cansaré de repetirlo: NO haciendo dieta, sino habiendo cambiado de hábitos y bajado de peso lentamente. Punto. No hay más. Mi progreso ha sido un kilo por mes de media, y no he vuelto a recuperarlos, y la verdad es que este cambio fue posible gracias a mi querido brisanorte.blogspot...

Hace poco me acordé del blog, así, de repente. Más concretamente el 18 de enero, día en el que hizo exactamente un año del comienzo de este rinconcito virtual. Uno de mis grandes triunfos de 2015, sin lugar a dudas. Gracias a este pequeño espacio hoy soy una persona distinta a la que era hace un año: más consciente, más responsable, más feliz. No sólo porque gracias a estar aquí he perdido casi doce kilos -pero para qué os voy a engañar, eso MOLA TAMBIÉN-, sino porque me he mantenido fiel a mí misma, perseverante, consciente y, sobre todo, sana. 
Para repetirme un poco más, y como si de un discurso de agradecimiento de los óscars se tratara, me gustaría hacer un pequeño homenaje a todas esas personitas que han entrado a leerme, animarme e incluso a regañarme cuando me veían obsesionarme más de la cuenta
Hoy, a pesar del sedentarismo producido por esta ajetreada vida académica (?), me considero una persona sana, que no se obsesiona, que come de todo, y que puede decir orgullosa que va dejando su trastorno alimenticio cada vez más atrás.

Como dije en mi primera entrada, el objetivo de este blog era conseguir ordenar mi vida y mi mente. Y así ha sido –al menos en parte, que tampoco he perdido mi caos natural–. Voy a continuar viniendo, pero no como persona que necesita perder peso, sino como persona que busca una vida cada vez más saludable. 

Eso sí, K.O. hasta el 12 de febrero.
Y ya está, que Shakespeare me llama.

Os quiero leer felices.
Besos,


Noa.